Blog independiente que aborda los Arcanos del S. XXI.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Carlos Cano: 10 años sin ti

Hace ya diez años que nos dejó Carlos Cano. ¿Quién era ése? preguntaréis algunos. Intentaré definirlo en unas líneas:

Carlos era el andaluz rebelde, granadino hasta la médula, guapo a rabiar, con una cara de hombre que no podía con ella. Carlos era el de la voz profunda y llena de quiebros, el del acento delicioso, el que revitalizó la copla en España cuando todos la despreciaban, el que componía canciones que además de sonar, olían y sabían a Andalucía; el que te emocionaba describiendo la verde alameda que tira al campo; el que te abría el apetito del alma elogiando los pastelillos de toronja y los dulces de leche frita que preparaban las monjas en el convento de las Esclavas de Santa Rita; el que aseguraba que tirando un limón por alto se te iría la amargura. Carlos simbolizaba al pintor de corazones, el poeta que construye sueños, la miseria, la morralla, el hambre, el salustiano, el emigrante, la hoguera que nos protege del frío, la desesperación de la tierra yerma, la canela en rama, la picaresca, la achicoria, los gitanos, el azúcar de caña, el aguacate, las moras de las moreras, lo silvestre, la bravura, los limones, los melones y los tomates, las noches llenas de estrellas, la Macarena, los moros y los cristianos, Sierra Morena, Puerto Real y Rota Oriental. Pero, sobre todo, era el verde... y blanco... y verde.

Y yo me enamoré de todas estas cosas a través de sus coplas; a través de su música amé al pueblo andaluz y cuando viajé allí me parecíó que me pertenecía un poquito. Andalucía olía, sonaba y sabía tal y como él la describía. Podía paladear el aire y la tierra. Sus gentes eran tal y como él las cantaba. 

Por eso, cuando volví a Andalucía, ya fallecido Carlos, no podía sino verlo reflejado por todas partes. Nunca nadie dejó tanto su impronta en su tierra natal como él. Carlos Cano y Andalucía son marido y mujer unidos ya indisolublemente. En una de sus canciones, Carlos le pedía matrimonio a Granada; queda claro que ella dijo sí.

Si no sois de esa tierra y alguna vez viajáis allí, no dejéis de admirarla porque es una obra de arte en la que se oyen pasar a los campanilleros, se mastica en el aire el dulzor de la guayaba y del calabacín, se ve la sierra nevada, se palpa el sufrimiento de los desheredados y todo huele bien, huele a hombre, huele a Carlos Cano.

Oírlo hablar y cantar es enamorarse de él:




Hago totalmente mías estas palabras que le dedicó Sabina poco después de su muerte:




Siempre quise, como Lucrecia, que me vengase un andaluz, a la luz de la luna, cantando el vudú.

Un beso con sabor a almendro en flor.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Navidad en Nueva York

Estaba viendo imágenes y vídeos de ciudades que dicen son bellísimas intentando encontrar algo que me atrajese de ellas. No tengo remedio: por más que miraba, no podía evitar comparar todo aquello que veía con la ciudad de Nueva York, y, ¿qué queréis que os diga? Para mí no hay color.

Un año más, se ha encendido el árbol de Navidad en Rockefeller Center y muchos no hemos estado allí para ver una ceremonia tan sublime:





Y, en Manhattan, hace tres días, tuvieron un espectáculo de fuegos artificiales como pocos he visto en mi vida:




En fin, ojalá aprendamos de ellos y algún día podamos disfrutar en Europa de cosas tan hermosas.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Controladores aéreos: el 23 F y la Envidia

Zapatero TejeroAquel día no tuve que ir al cole. En la TV se veían tanques desplegándose por toda Valencia y desde Madrid nos llegaban unas imágenes de un señor con bigote y muy malas pulgas que enarbolaba una pistola como argumento más contundente. El resultado final fue que el golpe de Estado del 23 de febrero consiguió unir a prácticamente todos los españoles en una meta común: la de consolidar la democracia y valorar mucho más esa recién libertad que habíamos logrado tras tantos años en la oscuridad más abyecta.

Desde que ocurrió aquello, medité muchas veces sobre lo fácil que es manipular las conciencias apelando a las pulsiones básicas de los individuos que están muy por encima de las ideologías. Estos elementos son utilizados de manera burda pero efectiva en regímenes totalitarios como fascismos y comunismos –baste recordar las anacrónicas imágenes que vimos hace muy poco de Corea del Norte -. El mayor problema, desde mi punto de vista, es cuando se recurre a estas malas artes en sociedades democráticas y, aparentemente, ‘maduras’.

Sin entrar en profundidad sobre lo que ocurrió el 14 M puesto que se ha escrito ya mucho y muy bueno para todo aquél que quiera leerlo, sí diré que en ese momento se accionó en el imaginario colectivo del pueblo español un resorte demasiado tentador y funcional: la IRA. Durante unos días anduvimos airados víctimas de una impotencia tremenda ante los hechos acaecidos y buscábamos, como perros de presa, el chivo expiatorio que aliviase nuestras conciencias. ¿Qué hubiese pasado de no darse el atentado? Yo no lo sé, pero sí puedo afirmar con seguridad que el voto depositado por un nutrido grupo hubiese sido, a lo sumo, más racional y menos emocional. Y de eso se trata a fin de cuentas.

El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, reza el dicho. Y, para dar pábulo a estas palabras, ayer nos encontramos de nuevo con una situación semejante desde los términos en los que estoy abordando la cuestión. Resumo lo ocurrido y paso a valorarlo:

El Ministro Rubalcaba –mi entrañable Alfredito-, declaró el Estado de Alarma a causa de la huelga protagonizada por los controladores aéreos debido al nuevo Decreto Ley (es el quinto que sufre este sector) aprobado por el Ministro de Fomento donde se ‘clarifica’ su jornada laboral. Ante la amenaza de la militarización, los controladores se ven obligados a volver a sus puestos de trabajo. Se barajan en este momento distintos tipos de sanciones por el caos que ocasionaron a principios del puente más importante del año.

Bien, al ajo:

- El Ministro Rubalcaba es un verdadero sucesor del también entrañable Alfonso Guerra. Ninguno de estos dos señores tiene un pelo de tonto y eso lo sabe muy bien Zapatero. La trampa les ha salido perfecta en tanto que se han soterrado las draconianas medidas aprobadas el mismo viernes: reforma de las jubilaciones, subida de los carburantes, supresión de los 426 € …y un largo etcétera. Pero, claro, esto no fastidia a nadie, ¿verdad? Recuerdo, durante la guerra de Irak, que Fidel Castro decidió aprovechar la coyuntura para matar a unos cuantos presos disidentes del régimen. Lástima que los gritos de Pilar Bardem & company con su No a la Guerra nos impidiesen escuchar los lamentos de muerte que se sucedían en la isla cubana.

- Los controladores aéreos habían avisado al gobierno repetidas veces de sus intenciones. Muchos deberían informarse mejor antes de juzgar y condenar alegremente a estos trabajadores. Al respecto, para cualquier interesado, pongo dos enlaces donde pueden obtener jugosa información de lo que está sucediendo en el 'otro bando'. De verdad que no tiene desperdicio: http://controladoresareosyotrashierbas.blogspot.com/2010/12/ver-si-nos-entendemos.html ; http://www.controladoresaereos.org/.

- Se declara, por vez primera en la historia de nuestra democracia, el Estado de Alarma, que parece un eufemismo del Estado de Excepción. Pero, vamos a ver, ¿no hemos vivido en todos estos años situaciones más graves que las acaecidas durante el día de ayer como para que se tome esta decisión? ¿es del todo constitucional? Porque si lo es, tiene delito que no se haya hecho antes en alguno de los episodios más cruentos del terrorismo de ETA, por poner el primer ejemplo que me viene a la mente.

No, todo esto es mucho más grave de lo que parece a simple vista. El presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, alias zETAp, se ha erigido en el Tejero del siglo XXI. Pero esta vez trastocándolo en bueno, en defensor de la libertad. Así, a punta de pistola, ha hecho sentarse de nuevo en sus escaños a aquellos que lo incordiaban: los controladores aéreos, los malos, los adinerados burgueses que no tienen mala conciencia por fastidiarle las vacaciones al españolito de a pie. Mientras tanto, cientos de noticias torticeras pululan por Internet y demás medios para que los incautos hagan uso de nuevo de sus pulsiones básicas y se unan al balido borreguil que define certeramente la esencia de este descastado gobierno. Sin embargo, ahora no han hecho uso de la IRA, como en el 14 M, sino que han apelado al pecado capital de los españoles: la ENVIDIA. Y quien no quiera ver esto, disculpad el atrevimiento, es que está completamente ciego.

Miedo me daría que se convocasen ahora elecciones anticipadas. Queridos lectores, si la jugada les sale bien a los socialistas, tendré que inclinarme de nuevo ante las palabras repetidas varias veces por aquel comunista íntegro de nombre Julio Anguita que, ante los triunfos del PSOE corrupto de Felipe González, no dudaba en decirnos en voz alta y clara: Hijos míos, tenéis lo que os merecéis.



P.D.: Por cierto, ¿dónde están CCOO y UGT? Es que desde mi casa no oigo las caceroladas que sí oí en otras ocasiones, jejeje.

martes, 16 de noviembre de 2010

Medusa

Medusa: Tus ojos están revestidos por el brillo implacable del mal. Tus labios se retuercen gustosos para saborear el mortífero discurso que vienes vomitando desde siempre a tus acólitos. Tu mirada anuncia la resurrección de viejos dogmas en desuso y el progresismo que aparentemente despliegas es la forma más bastarda de ser un déspota.

Medusa: Como el monstruo mitológico que lleva tu nombre, encarnación del mismísimo Diablo bajo una de sus formas más horrendas, desvías la cabeza hacia un lado y otro, lenta pero continuadamente y, allí donde se posan tus ojos, queda tan solo una petrificada atmósfera con olor a podredumbre.

Medusa: Tú despliegas ante el mundo un abanico de oscuras ideas tapizadas bajo el manto de la mansedumbre. Te disfrazas de cordero para atacar al verdadero humilde y sojuzgarlo a base de dentelladas certeras. Devoras los corazones de los vivos y castras las almas de los que todavía no han nacido.

Medusa: Tú inicias al novicio en tu sagrada religión atea ejerciendo de Illuminato en su grado de Supremo Inmortal. Y aquél que se atreve a lanzar una simple mirada dudosa o una tímida réplica a tus envenenados arcanos queda comulgado de inmediato por ti. No bastándote ese castigo, haces que se retuerza de dolor y te suplique una y otra vez la deseada vuelta a la excomunión. Pero tú ya lo has marcado con el signo de Abel y deseas que sufra sintiéndose como la más ignorante de las basuras; como la morralla analfabeta que ha osado interferir en el discurso de Soberano Príncipe Rosacruz.

Medusa: Como el poeta Zaratustra, te burlas de la picadura de la serpiente y ejemplificas a la perfección el aforismo: 'en el que quiere ser verdaderamente justo, la mentira se troca en filantropía', con la salvedad de que tu supuesta justicia no es la justicia del pobre ni del maltratado sino la del tirano que calza botas de muerte.

Medusa: Tú obstaculizas la sociedad de hoy. Te disfrazaste de Demiurgo y engendraste un aborto deformando y corrompiendo la nación. Cosificaste las ideas, paralizaste el pensamiento y pusiste un muro a la imaginación que solo puede ser derribado a fuerza de martillazos. Ésa es tu obra, la obra del Gran Arquitecto de la Logia Roja.

Medusa: Gracias a ti un ejército de jóvenes soldados camina valientemente hacia la Muerte. Gracias a ti, mentes adolescentes desvarían al ponderar el bien y el mal. Gracias a ti se consumen día a día en banalidades, derrochando su natural idealismo. Gracias a ti desconocen la mayoría el verdadero y sucio propósito de tu podrido talante. Gracias a ti se creen en posesión de una especie de cualidad innata que los hace sentirse elegidos para juzgar sin darse cuenta de que lo hacen bajo el asqueroso punto de vista de tu lente de parásito.

Medusa: ¿Sabes cómo acaba la gente como tú? ¿sabes cuál será tu final? Tú te hundirás en el fango de la tierra y permanecerás en la región dominada por anfibios para siempre. Ése ha sido tu verdadero hogar y a él te diriges con premura. Sin embargo, tal vez se te conceda la gracia de volver a beber en la Fuente y, cuando veas tu verdadero rostro de sapo reflejado en las aguas, sientas vergüenza de ti mismo. Procura que no sea demasiado tarde para enmendar el mal; de lo contrario, significará que estás muerto...ad eternum.



viernes, 12 de noviembre de 2010

Amiga mía


Me preguntas: ¿qué haces?
Yo, como tú, también leo, a veces
y escribo, a veces.

Leo con la profunda convicción
de reinstaurar temas inconclusos,
de sentir en la piel de la otra gente
las cosas que no siento en la propia.
De adivinar tras sus metáforas
el origen de sus inquietudes,
el banal motivo que les llevó a afirmar
que podían sistematizar el objeto,
cuando, paradójicamente, la esencia del objeto
es su singularización en lo universal.

Escribo con el agridulce escepticismo
de que 'el otro' se me escurre entre los dedos,
de que el corazón me palpita de modo discontinuo,
sólo cuando así lo siente;
de que la palabra que quiero expresar
está limitada por un lenguaje que no logra revelarla.
Escribo con el total presentimiento
de ser malinterpretada desde el primer instante
por la gente que cree en algo realmente.

Sin embargo, no me es posible evitarlo:
leer y escribir son los únicos verbos
con los que puedo conjugar en la intimidad
las pulsiones de mi fisiología.

Escribir es un viajar de la mente
a rincones llenos de misterios;
neuronas trabajando silenciosamente
y organismos que responden a sus desvelos;
miradas extraviadas en busca de la palabra justa,
la ideal, la irreal, la inalcanzable;
manos que tiemblan al enfrentarse al vacío
sintiéndose en la obligación de crear en él algo.

Leer es un inventar en la mente
territorios vírgenes por explorar,
intentando hallar, en esa misma invención,
las raíces del sinsentido,
raíces perseguidas de modo frustrante
por toda filosofía que se precie de serlo,
por toda persona que confunde
el encuentro con el entendimiento.

Pero ese origen me horroriza,
mostrarme tal cual soy
y saber que para deambular por el alcantarillado social
debo ser contraria a mí misma,
ejemplifica la moral bastarda.
Es preferible disfrazar el yo de otro yo
y encontrarle sentido a éste último
para poder así llevarse a la muerte,
mientras la gente llora tu máscara,
el tesoro más preciado de uno mismo: el YO.
_______________


También tú puedes darte por besada, amiga mía.

domingo, 24 de octubre de 2010

Manhattan o del Amor




Ésta, ésta es una gran ciudad. No me importa lo que opinen los demás. Es tan extraordinaria...¿verdad? -Woody Allen a Diane Keaton en Manhattan-.

Kalos kai Agathos, decían los griegos, lo bello y lo bueno en íntima unión. Entonces, ¿qué pasa cuando la belleza y la bondad -que son la misma cosa- llama a tu puerta y no respondes? ¿qué ocurre cuando uno está tan corrompido que ha perdido la capacidad de amar, de amar de verdad?

Pocos arranques cinematográficos superan el de Manhattan. Woody Allen, con la precisión de un escalpelo, disecciona las entrañas de Nueva York ofreciendo varias versiones de ella, a cuál más crítica y mordaz. Durante los primeros tres minutos y medio, el espectador se contagia del entusiasmo del director hacia su ciudad, se dispone a paladearla como el mejor de los manjares, se funde con ella para sentirla plenamente, y vibra con los fuegos artificiales que culminan la escena. En cuestión de un momento, el judío de las gafas de montura negra nos ha subyugado de nuevo con su poder de seducción haciendo nuestras las palabras: 'Nueva York era su ciudad y siempre lo sería'.

Rodada en 1979 en blanco y negro con una excelente fotografía de Gordon Willis sazonada con música de George Gershwin a cargo de la Filarmónica de Nueva York dirigida por el maestro Zubin Mehta, Manhattan está considerada como una de las obras maestras del director neoyorquino y, posiblemente, uno de los tributos más completos y profundos que 'la ciudad que nunca duerme' ha recibido a lo largo de la historia del cine.

El espectador se sumerge de lleno en una historia que, en un principio, posee todos los ingredientes de las comedias de Allen: un escritor judío, Isaac, que trabaja en un programa de TV donde prevalece el morbo y la risa fácil, acaba dejando su trabajo para escribir un libro sobre su madre titulado 'La sionista castradora' -Woody Allen-; un matrimonio aparentemente feliz donde él está teniendo una relación con otra mujer de la que termina enamorándose -Michael Murphy y Anne Byrne Hoffman-; la segunda ex esposa del escritor judío que, tras abandonarlo, se hace lesbiana y vive con su pareja, educando, además, al hijo que tenía en común el matrimonio -magnífica Meryl Streep-; una pseudointelectual neurótica con complejo de Electra que busca la genialidad en los hombres -como siempre encantadora Diane Keaton-; charlas moralistas en pubs típicos de la ciudad; cine antiguo; museos de arte moderno; psicoanalistas que llaman a los pacientes buscando ellos ayuda; paseos nocturnos por el corazón de Manhattan donde surge el amor allí donde parecía tener cabida solamente el odio; citas filosóficas y artísticas mezclando autores creando un cambalache difícil de digerir exhibido como solución definitiva a cualquier conflicto existencial provocando carcajadas hilarantes en el espectador sabedor de lo absurdo de este tipo de disquisiciones que la mayoría hemos presenciado y/o protagonizado en las que tiene más valor la forma del argumento que el argumento en sí, donde no prevalece la verdad, ni siquiera se busca la verdad, sino más bien se busca provocar el asombro y el aplauso del resto de la concurrencia en un ejercicio de total soberbia al modo de los sofistas.

Sin quizá pretenderlo, Woody Allen hace un retrato perfecto de la caverna platónica: bares llenos de pseudointelectuales devanándose los sesos indiferentes ante al sentido primigenio del pathos platónico, donde el sentimiento de comunidad prevalecía sobre el de individualidad; el periphatos aristotélico desposeído de su amor a la verdad; discusiones por sombras, guerras domésticas e intestinas en las que la psique queda reducida a su lado más vulgar, el concupiscible. En esto es un gran maestro el director judío, en presentar al ser humano, básicamente, como un conjunto de excrecencias plúmbeas de las cuales es imposible zafarse puesto que, a cada intento de liberarnos de nosotros mismos por medio de la dialéctica, nos encadenamos y sumergimos más y más como si de arenas movedizas se tratase. Ante ello y como terapia de choque, solo resta el humor, la burla, el sarcasmo, o incluso el cinismo. Pareciera entonces como si el mundo fuese una suerte de Gehena donde las almas se revolvieran entre sí con una mezcla de conmiseración y, a la vez, de regodeo ante el mal ajeno y el propio.

Sin embargo, no es el caso de Manhattan. Y no lo es porque todavía nos falta por descubrir un personaje. La primera vez que vemos la película, no caemos en la cuenta de la importancia de Tracy -Mariel Hemingway- hasta que restan quince minutos para el final; nuestra vista se centra en lo que creemos esencial, y a Tracy la consideramos un accesorio, un relleno, un juguete que Isaac -Woody Allen- utiliza para sustituirlo, a continuación, por algo más válido, por una relación 'a su medida'. Sin embargo, al final o en visionados posteriores, caemos en la cuenta del error: Tracy es el alma de la película, la que dota de dignidad a la polis; el resto es morralla.

No es de extrañar que un personaje que apenas habla y, cuando lo hace, posee un discurso ajeno al de la ciudad pasando de puntillas por entre los conflictos para no hacer ruido, una mujer cuyo arquetipo de velada perfecta se traduce en pasear en un coche de caballos por Central Park junto a Isaac, una persona que llora y siente sin dobleces, que no oculta su ignorancia ante los grandes temas, que se muestra en total desnudez e indefensión ante las aves de rapiña que la rodean...un personaje así no parece, a priori, el alma de Manhattan sino más bien su antítesis.

Pero el Mago de Sión nos tiene preparado uno de sus mejores trucos. Manhattan/Isaac/Woody Allen -pues todo son proyecciones de lo mismo-, necesitan a Tracy para completarse a sí mismos o, más exactamente, para liberarse a sí mismos de toda su podredumbre. Y la película, que nos había llevado por la vía de la dialéctica como única elección para ordenar el caos existencial, cambia el discurso y se decanta por la vía del Eros, el amor auténtico, para alcanzar ese thélos. El fracaso de la razón se traduce en la exigencia del amar para aspirar a la perfección, esto es, a lo bello y lo bueno, al Kalos kai Agathos griego.

Y aquí llega una de las secuencias más famosas de la filmografía de Woody Allen: la escena del magnetofón, donde Isaac enumera aquellas cosas por las que vale la pena vivir, pero únicamente le conmueve la última que nombra: el rostro de Tracy. Y en ese preciso instante, Isaac tiene la intuición -no ya la deducción- de que su felicidad, la reconquista de su propia humanidad, depende de esa mujer, siempre ha sido así pero él solamente lo ha vislumbrado al final. Tal vez haya gente cuya naturaleza le lleve indefectiblemente a Manhattan, a lo material, a lo concupiscible, pero Isaac obtiene al fin la respuesta que buscaba durante toda su vida y el arcano queda desvelado: Tracy será una persona o será una idea -eso es lo de menos- pero lo cierto, lo maravilloso, es que existe, existe hasta en un lugar como Manhattan, es en sí y está puesta ahí para que todos podamos proceder a su aprehensión y, con ello, a la purificación de nuestra alma que es nuestra redención. Y todos los que hemos amado alguna vez sabemos esto y lo sentimos como verdad apodíctica.

Pero Tracy está a punto de irse de la ciudad, paradójicamente, instada a ello por el propio Isaac; solo tiene una pequeña oportunidad para recuperarla, para pedirle perdón por haberla maltratado utilizándola como divertimento meramente sexual menospreciando su verdadera belleza que radicaba, evidentemente, en su bondad.

Y llegamos al culmen de la película. El discurso de Tracy dista mucho de ser el de una persona que alberga rencor alguno y simboliza una total ruptura con todas las discusiones -por sombras- que han engalanado el film. Tracy habla de valores morales sin perder en ningún momento su humildad. De nuevo nos metemos en el pellejo de Isaac, y asistimos, perplejos, a la contradicción -aparente- que representa el apelar a la no corrupción, el exhortar a Isaac a que la espere hasta que regrese, a la invitación a creer más en las personas...Todo ello choca frontalmente con la descripción que Isaac da de sí mismo al comienzo del film y desarrolla durante gran parte de él; constituye una antonimia absoluta con el discurso inmoral de la Gran Babilonia que es la ciudad de Nueva York. Isaac -Woody Allen- queda desarmado ante esas palabras: él -Manhattan- nada valen si no poseen a Tracy; el corazón de ambos queda vacío, desierto, oscuro, yermo sin ese elemento. No ha lugar a las palabras, no existe contraargumento a lo dicho por Tracy precisamente porque Tracy encarna la certeza de la fe frente a la inseguridad de la razón.


Desde que vi esta película, me he preguntado un montón de veces sobre el significado de la sonrisa que Isaac exhibe al final; de hecho, si pudiese hablar durante un minuto con Woody Allen, mi pregunta sería: ¿Isaac se está burlando de Tracy o ha creído en ella y la va a esperar? La respuesta que diese me revelaría mucho sobre él.

En cualquier caso, esta película transciende lo meramente cinematográfico. Es una auténtica obra de arte: pura belleza en la forma -Manhattan- y en el fondo -Tracy-. O dicho en otros términos: pura Belleza y pura Bondad tomando como excusa narrativa el Amor.



Chapeau, neoyorquino iconoclasta; chapeau, sionista descastado; chapeau, judío errante.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Una rosa blanca: Simone de Beauvoir


Hola Simone,

La verdad es que el hecho de estar escribiendo estas líneas para ti me provoca una tremenda vergüenza puesto que no me creo digna de describirte ni de dar a conocer a la gente tu grandeza, tu belleza, tu intelecto. Seré breve puesto que me tiemblan las manos de emoción ante la dicha de haber conocido a un ser humano como tú aunque fuese solamente a través de tu literatura.

En mi primer viaje a París tuve la fortuna de poder visitar tu tumba. Vi que había sobre ella una rosa roja con una tarjeta escrita en francés y un mensaje tan emotivo que me saltaron las lágrimas. La última vez que fui, no pude menos que visitar el Barrio Latino y tomar una taza de té en el Café de Flore, soñando, durante un breve lapso de tiempo, que tú estabas allí conmigo y podíamos compartir una hermosa charla sobre el existencialismo, o sobre el existencialismo y las mujeres, o sobre las mujeres y el existencialismo, o puede que solo sobre las mujeres.

Te leí por vez primera a los dieciocho o diecinueve años. Alguien comentó algo sobre la mujer de Jean Paul Sartre (ahora me da risa esa descripción) y mi espíritu inquieto no pudo menos que abordar con ímpetu una librería que había en la Calle Artes Gráficas donde se podía encontrar todo tipo de literatura filosófica. Compré -gastando todo lo que tenía- dos libritos que todavía guardo con mimo de la editorial Edhasa: Memorias de una joven formal y Cuando predomina lo espiritual. Vaya, ¿sobra decir que aquella noche no pude dormir apenas? Creo que caí en los brazos de Morfeo abrazada a ti, acariciando tus palabras, soñando con ese universo femenino que solamente tú pudiste plasmar de una manera tan preclara. La protagonista de tus historias era yo, Simone. Aquellos años adolescentes/juveniles repletos de pensamientos desdibujados, llenos de borrones y sin forma concreta, adquirieron por fin una dimensión ontológica completa. ¿Cuántas mujeres habrán sentido lo mismo al leerte? Sin duda millones de ellas. Yo también 'clavé un hacha en mi pierna' a modo de protesta existencial para dejar de ser la niña buena, el ser dócil, sumiso, servicial, abnegado...que todos veían en mí y que jamás existió. Simplemente lo crearon los demás y, a fuerza de repetírselo a sí mismos, acabaron por creerlo y, creyéndolo, pretendieron hacérmelo creer a mí imponiéndomelo como algo natural. Bueno, en mi alma conservo la herida del hachazo como una de las más dulces y necesarias de toda mi vida. Gracias por compartir la laceración conmigo, querida Simone.

Mirarte a los ojos se me antoja un ejercicio casi imposible. Tú no mirabas a las personas, directamente las clavabas, las penetrabas de un solo golpe de vista. No llego a adivinar si eres objetivamente guapa o no, a mí me pareces preciosa, pero...tienes un aspecto tan francés, tan burgués, que se me hace un tanto insondable. Tú en ti misma eres un arcano, un arcano maravilloso.

En fin, perteneces al grupo de mis intocables; de hecho, eres la única mujer que pertenece a él. Aunque he de confesarte una cosa: jamás llegué a leer El segundo sexo, tu obra principal. Y no lo hice porque no comparto contigo algunas de tus afirmaciones. Ocurre que esa obra había quedado caduca en ciertos aspectos cuando yo tuve noticia de ella y, ¡qué te puedo decir! soy una romántica, te asumo con tus defectos privadamente e intuitivamente, pero, leer ese libro en su totalidad me llevaría a asumir ciertos dislates públicamente e intelectualmente. Es lo que ocurre cuando se intenta definir al ser humano, se cosifica, y toda cosificación es susceptible de error en tanto que hablamos de algo vivo, en continuo tránsito y evolución. 'La mujer no nace, se hace', era el lema de tu obra, pero al liberar ese hacer, anulaste su nacer. Y ambos elementos son importantes, Simone. No obstante, armaste un buen revuelo, francesita. Hasta algunos intelectuales de la izquierda más activista pusieron el grito en el cielo. Aunque hubiese sido solo por eso, y por ver los rostros desencajados de la derecha conservadora mientras El segundo sexo se reeditaba y reeditaba debido a su gran éxito, mereció la pena parirlo. Olé tus ovarios:



Hace un año murió una rosa blanca de apenas dieciséis años aquí, en el lugar donde vivo. Lo que realmente quería plasmar en esta carta para ti es mi sentimiento de gozo porque además de morir, nacen también rosas blancas cada día; y, quién sabe, tal vez una de ellas pueda emular en un futuro no muy lejano a la primigenia, la verdadera, la que desprende el aroma femenino en su total esplendor: algún día puede que nazca otra rosa blanca como tú, Simone.

De todos modos, yo ya me doy por satisfecha por haber podido palpar un trocito de tu alma y enorgullecerme de ser mujer gracias a ti.

Gracias por existir y, como a ti te gustaba, al existir...ser, ser el paradigma de lo femenino y lo feminista ensamblados entre sí de un modo perfecto, sin odios ni rencores; fusionados ya para siempre en el Uno indivisible, en la rosa blanca, inmaculada, en el ser Mujer.

Ojalá podamos tomar un té algún día. Un beso, Castor.

domingo, 4 de julio de 2010

Ayúdame, Platón: los cerdos se siguen revolcando en su lodazal

Así, rapidito y a nivel de Bachiller, existen tres posturas frente a la diversidad cultural:

- El Etnocentrismo: consiste en creer que tu cultura es superior y juzgar las demás en base a la tuya. De ese modo, todo aquello que sea distinto será malo.

- El Relativismo: niega la posibilidad de crítica. Todas las culturas son iguales y solamente inteligibles desde dentro. Nada es mejor ni peor.

- El Multiculturalismo: nos dice que debemos coger lo mejor de cada cultura. Habla de un acercamiento dialogante entre ellas de modo que se abone un terreno de enriquecimiento del cual todos salgamos beneficiados.

Sin entrar en debate sobre la carga, en mayor o menor medida, utópica de la tercera postura, me gustaría hacer una apostilla en torno al tema.

Ya Platón, en el Libro VII de La República, a propósito del Mito de la Caverna, hace una reflexión que pone en boca de Sócrates para educar a su discípulo, Glaucón. Dice el ateniense que el mayor o menor acierto que uno tenga para acceder a la verdad se puede parangonar con el modo de mirar las cosas. Existen dos tipos de mirada: aquella que solo ve lo visible, lo material, lo externo, la superficie del objeto, un mirada sensible que no inteligible, un mirar hacia abajo. Por el contrario, los hay que miran con los ojos del alma , pero con la parte divina de ella: la racional, por ello su mirar capta la esencia y no los accidentes del ser; su mirar es dialéctico -busca lo que hay de común en todas las cosas-, un mirar hacia arriba. Por ello, Sócrates se burla del discípulo cuando éste ve la astronomía como una elevada ciencia por tener que elevar la cabeza para acceder a sus arcanos. Replica el maestro que, por mucho que eleves tu cabeza, si miras con órganos sensibles, solo obtendrás la doxa, el falso conocimiento; a diferencia de cuando miras con el órgano inteligible, el alma, cuyo resultado será la noûs o verdadera ciencia.

Hagamos un ejercicio de reflexión: miremos la imagen de estos dos niños primero simplemente con los ojos -evidentemente, obtendremos las diferencias-; pero no nos quedemos con eso, miremos luego con el alma, con la racionalidad...¿seguimos viendo diferencias o más bien vemos dos manifestaciones de una misma esencia, ambas repletas de posibilidades, de las mismas posibilidades?

A veces el exceso de teorías o unas pocas malas experiencias embotan el alma y nos llevan a caer en falacias absurdas, carentes de lógica, argumentos que no pasarían un mínimo filtro filosófico. Desgraciadamente, el mirar con los ojos sensibles adoptando la postura etnocéntrica es el manjar del que gustan algunos como forma de nutrirse en su triste existencia.

Platón los definió con atino: aquellos que son ignorantes voluntariamente y disfrutan permaneciendo en ese estado, son semejantes a los cerdos revolcándose en su lodazal.

No entiendo las miradas sensibles, no comparto el mirar hacia abajo y declaro mi absoluto desprecio a todos aquellos que se deleitan machacando las rosas con botas militares.

En cualquier caso, démos de comer a los puercos, que no se diga que somos malos anfitriones.

jueves, 1 de julio de 2010

Naturaleza muerta

'Nada es, todo fluye'. Con esta sentencia pretendía el sabio Heráclito hacer partícipe a la humanidad de la dificultad de apresar el ente. El Todo se rige por la dialéctica de los contrarios, a la cual podemos acceder mediante el uso correcto de la razón. Pero el proceso para desvelar los arcanos es muy complejo. La ciencia se muestra desdibujada y confusa en la Physis.

Sin embargo, ello no fue óbice para aletargar la curiosidad de los clásicos griegos. Por el contrario, acicateó las conciencias de unos cuantos cuyo legado fue una literatura de la cual hoy todavía me siento asombrada, con toda la carga de admiración que ello conlleva.

Naturaleza muerta, reza el título de esta entrada. Y es que cuesta no preguntarse en qué momento de la historia se perdió ese sentido del progreso humanístico. La dialéctica de los contrarios era demasiado espesa para la digestión del estómago desagradecido del ciudadano del S.XXI. Y asistimos con horror al advenimiento del pensamiento unilateral: taimado, manipulado, vulgar, fácil de asimilar, listo para el consumo. Sé que hubo épocas en las que tuvo éxito rotundo. Pero estamos hablando de la degradación moral e intelectual del ser humano a nivel global; una manipulación que hunde sus raíces en el mal uso y la perversión de la democracia. Esto es lo realmente grave.

¿Dónde quedan los arcanos cuando, por ejemplo, al realizar una búsqueda en estos mundos virtuales, se te dan esquematizados, sintetizados o analizados por vaya usted a saber quién y, lo más terrible, con vaya usted a saber qué fin?

Sres./as.: reclamo la vuelta del espíritu clásico griego, la búsqueda de la Mathesis Universalis, la experiencia de encontrar tus arcanos en el interior de ti mismo fruto del elaborado trabajo del debate y de la crítica racional. Apelo a la conciencia moral del individuo mientras quede un resquicio de ella para que podamos volatizar lo hueco y lo indecente.

Hemos matado la naturaleza, la Physis. La hemos cosificado presentándola como producto acabado siendo que apenas nos habíamos acercado a ella. De nosotros depende devolverla al estado del que nunca debió salir: el dinamismo.

'Nadie se puede bañar dos veces en el mismo río', dijo el sabio Heráclito. ¿Por qué entonces nos empeñamos en construir embalses limitando la libertad de pensamiento a fuerza de diques? A nadie le agrada el olor o el sabor del agua estancada.

Hemos retratado la putrefacción. Reavivemos el río antes de que sea demasiado tarde y el ciudadano gris se haya extendido por doquier haciendo imposible su desaparición.

Salvemos la naturaleza; salvémonos a nosotros.
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